La espera antes del parto suele ser diversa entre las madres, pues esta experiencia está llena de belleza y esperanza para algunas mujeres, pero puede ser un camino lleno de preocupaciones y desafíos para otras, como lo ejemplifica el caso de Lisdany Rodríguez.
Lisdany, es una mujer cubana que está cumpliendo una condena de ocho años en un centro penitenciario para mujeres en la provincia de Santa Clara, en Cuba. Su encarcelamiento se remonta a su participación en protestas el 11 de julio de 2021, donde se alzaron voces contra el gobierno cubano debido a la crisis económica, el alza de precios y la escasez de alimentos y medicamentos, entre otros temas.
Lisdany actualmente está embarazada, y a pesar de vivir en una situación complicada por su reclusión, ya es madre y desea dar a luz a su hijo, pero al Estado cubano la maternidad de Lisdany le incomoda. Además del castigo que se le ha impuesto por reclamar sus derechos humanos, el rechazo a su embarazo ha dejado al descubierto un Estado que abandona e invisibiliza la maternidad.
Ese abandono evidencia que no existen las políticas penitenciarias suficientes para que la joven cubana pueda tener a su bebé en las condiciones necesarias para su nacimiento y crecimiento durante sus primeros años de vida.
La organización Prisoners Defenders denunció ante la ONU las violaciones a los derechos humanos tanto de ella como de su hijo o hija por nacer, puesto que ha sido sometida por el gobierno cubano a tortura psicológica, ya que a diario se le presiona para que aborte, en contra de su voluntad.
Según dicha organización, Lisdany sufre de malestares, experimenta frecuentes episodios de vómitos y le están siendo negados tanto la atención médica como los medicamentos necesarios, además, se le priva de alimentos por períodos de hasta doce horas, lo que incrementa el riesgo de un aborto inducido.
Estos tratos crueles e inhumanos nos plantean interrogantes urgentes sobre el respeto a los derechos humanos en Cuba y sobre el papel del Estado en la protección de la maternidad, el respeto del Derecho a la Vida desde la concepción y la salud de las mujeres en toda América Latina.
Esta historia nos recuerda que la maternidad es un pilar fundamental que en ninguna circunstancia debe ser vulnerado ni coaccionado por ningún gobierno, pues además de ser víctima de tortura, así como tratos crueles inhumanos y degradantes, se le han violado otros derechos humanos, como el derecho a la vida, a la seguridad, a formar una familia, al libre desarrollo de la personalidad, a la salud y a la alimentación.
En última instancia, el caso de Lisdany nos invita a reflexionar sobre el reconocimiento y protección de los derechos humanos de las mujeres y sobre la importancia de defender la vida y la dignidad de cada ser humano, sin importar las circunstancias.
Es imperativo que, tanto el Alto Comisionado de la Naciones Unidas como los países miembros de la ONU, se pronuncien al respecto y exijan a Cuba el respeto a los derechos humanos de Lisdany Rodríguez y su bebé, así como el cumplimiento de los derechos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.