Ante la creciente automedicación para provocarse un aborto, es necesario señalar la serie de riesgos que una mujer enfrenta en estas circunstancias. Se sabe que ningún aborto es seguro y mucho menos lo es cuando se usan sustancias dañinas para el organismo, como son el misoprostol y la mifepristona.
De acuerdo con Joaquín Ruiz Sánchez, médico ginecobstetra egresado del Instituto Nacional de Perinatología, ningún medicamento debe ser usado sin supervisión y sin el debido acompañamiento por posibles reacciones y alteraciones que pudieran ocasionar en las personas.
Cuando una mujer embarazada busca terminar la gestación con el uso de misoprostol y mifepristona, se coloca en una situación de alta vulnerabilidad pues los efectos de estas medicinas siguen siendo poco estudiadas. Cada mujer presenta una impronta hormonal única y los bloqueos hormonales que producen dichos fármacos podrían repercutir no sólo en la terminación del embarazo, sino en el funcionamiento de otros sistemas y órganos. De este modo, el proceso que se inicia para detener un embarazo podría llevar a un procedimiento quirúrgico, potencialmente mortal. El misoprostol y la mifepristona fueron creados para combatir problemas de gastritis, de tal modo que emplearlos para otros fines pone en riesgo a las mujeres que los consumen.
Hoy es necesario hacer consciencia de que no existe un formato seguro para el aborto y que es de suma importancia contar con información que evite que una mujer se exponga a escenarios todavía más peligrosos.